Beato Guillermo José Chaminade
Fundador
Un profeta en tiempos de cambio (1761-1850)
Cuando un cristiano no se desconcierta o encierra en medio de la crisis, sino que trata de ser fiel en ella a su fe, y a la vez salir renovado, como entreviendo una nueva etapa, abriéndose al futuro, es que entiende la fe como una vocación de progreso. Cuando esa crisis se llama Revolución Francesa, y ese cristiano es un sacerdote de Burdeos, llamado Guillermo José Chaminade, tenemos ante nosotros una creación eclesial original y compleja: la “Familia Marianista”, basada en uno de los primeros movimientos modernos de apostolado seglar (La Congregación de la Inmaculada. 1800) y un Instituto Secular (“El Estado”. 1809), en dos congregaciones religiosas: las “Hijas de María Inmaculada” (1816), y la “Compañía de María” (1817).
Chaminade se comporta paradójicamente, en medio de la revolución, no como un nostálgico de lo que se está perdiendo, sino como un profeta de lo que está llegando, de lo que Dios quiere. Acertadamente dijo de él Juan XXIII, cuando declaró sus virtudes heroicas: “Con toda justicia se le considera como un pionero y un precursor”. Chaminade intuye los signos de los tiempos, el cambio social y de valores que provoca la Revolución y responde cristianamente: da un sí a la Libertad como apertura y encarnación, como estilo de tolerancia y respeto a la conciencia personal, con sentido de adaptación; da un sí a la Igualdad creando una congregación religiosa en la que laicos y sacerdotes trabajan unidos con los mismos derechos y deberes, en un proyecto común y complementario; da un sí a la Fraternidad, impulsando la creación de verdaderas comunidades de fe, vida y misión, de seglares, de religiosas y religiosos, imprimiendo en ellas el sello de la sencillez, la cordialidad, el espíritu de familia.
Toda su espiritualidad se puede resumir en el misterio de la Encarnación: vivir de la fe, como María, para acoger como Ella, la Palabra que viene a nuestras vidas, que toma carne. El “espíritu de María”, su estilo evangélico de caminar, nos impulsa a formar en nosotros la persona de Jesucristo, y nos lleva siempre a escucharle, a creer en Él, y a actuar haciendo vida su palabra: “Haced lo que Él os diga”. Encarnación misionera en nuestro mundo de hoy.
Las raíces
La vida de Guillermo Chaminade puede decirse que está marcada simbólicamente por el fluir del río, que nace de un manantial, riega la tierra y al final se entrega en el mar. Las raíces de Chaminade están en la Dordogne francesa. Primero en Perigueux, donde nace el 8 de abril de 1761, en el seno de una modesta familia de artesanos y comerciantes. Él es el decimocuarto y último hijo de Blas y Catalina. Hijo de la fe y el sentido de gratuidad de su madre, y de la capacidad de trabajo y el realismo de su padre. Algunos de sus hermanos habían ingresado en la Vida Religiosa. El mayor, Juan Bautista, perteneció a la Compañía de Jesús hasta que fue disuelta. Los primeros estudios son en Perigueux, pero pronto marcha a la ciudad de Mussidan, donde sus hermanos empiezan a hacerse cargo de un colegio-seminario fundado por la Congregación Sacerdotal de San Carlos. Allí sigue sus estudios, y es preparado a los sacramentos de iniciación por su hermano Juan Bautista, su primer catequista. Al recibir la Confirmación añade José a su nombre de bautismo. Quiere así significar su sensibilidad mariana: José fue la primera persona más cercana a María. Ya para entonces María destaca en su vida de fe. Visita a menudo la pequeña iglesia de Nuestra Señora de la Roca, en Mussidan; la curiosa imagen del santuario, María que tiene en sus brazos tanto a Jesús niño, como a Jesús muerto tras el descendimiento de la cruz, parece señalarle el camino de la Encarnación y la Misión. Siente que Dios lo llama a la vocación sacerdotal, y se prepara para esta misión. No conocemos el lugar de su ordenación, pero pronto lo vemos trabajando ya de sacerdote junto a sus hermanos en el colegio de Mussidan. Todo parecía indicar que esa iba a ser su vida: la labor pastoral y educativa de un cura rural. Sin embargo, Dios tenía otros planes.
“Hagan del mundo un pueblo de Santos”
BEATO GUILLERMO JOSÉ CHAMINADE
Burdeos y Zaragoza
El cambio de planes de Dios también es un cambio de paisajes y de vida. Durante el verano de 1789 estalla la Revolución en Francia, y al año siguiente se aprueba la constitución civil del clero, que convierte a los sacerdotes en funcionarios del Estado, y en instrumentos de una “Iglesia Nacional”. Guillermo José, junto con sus hermanos en Mussidan y con otros muchos en toda Francia, se opone a esta ley revolucionaria, negándose a prestar el juramento que se exige a todos los sacerdotes. Esta toma de postura provoca un cisma en el clero francés. Con Robespierre llega el momento del Terror. Entonces Guillermo José decide abandonar Mussidan y trasladarse a Burdeos. Piensa que en la gran ciudad será más provechoso ejercer la misión sacerdotal en este tiempo de persecución, se podrá ayudar a más gente, y habrá más posibilidad de ayudarse para dar un testimonio de fidelidad. Serán dos años cargados de ansiedad y dificultades en la diócesis de Burdeos. “El San Vicente de Paúl bordelés”; así le empiezan a llamar durante su arriesgado ministerio sacerdotal. Disfrazado de calderero o de vendedor ambulante, atiende las situaciones difíciles, visita a los enfermos, celebra los sacramentos de forma clandestina y todo ello en estrecha
colaboración con seglares muy comprometidos en esta nueva época de catacumbas en Francia. Mientras tanto, compra una pequeña finca con una casa, la viña de San Lorenzo, a las afueras de la ciudad, donde instala a sus padres. Esa casa será muy importante porque servirá de refugio y allí nacerá la Compañía de María. De 1794 al 1796, a la caída de Robespierre, ejerce una labor importante, reconciliar a los sacerdotes juramentados. Y empieza a pensar en los jóvenes para reconstruir la vida eclesial diocesana: abre varios oratorios y lugares de reunión para ellos. En 1797, con los jacobinos de nuevo en el poder, recibe la orden del destierro. Se encamina a Zaragoza, a donde llega la víspera del día del Pilar. Le impresiona, en contraste con lo que se vive en Francia, el ambiente popular de celebración de la fe. Chaminade pasa en Zaragoza tres años exiliado. Muchas horas trabajando en la artesanía para poder vivir, otras dialogando con sacerdotes franceses exiliados como él, y otras orando en la Santa Capilla del Pilar. Años que tuvieron que ser decisivos en la “conversión misionera” de Chaminade, en las “nuevas estrategias, o nuevas luchas” que requería la fe tras la revolución. “Nova Bella Elegit Dominus” decía él. María está señalando que hace falta una nueva manera de trabajar y de misión. Desde entonces la figura de María, en su advocación del Pilar será muy querida por la Familia Marianista, y ésta la extenderá por todas partes. Como Ella en la columna, “fuertes en la fe”, portando a Jesús, convocando una gran comunidad misionera al servicio de la fe en el mundo.
Un precursor de los movimientos de apostolado seglar
Guillermo José Chaminade regresa a Francia en 1800. Desde entonces, hasta su muerte en 1850, toda su historia va a ser el desarrollo progresivo y a la vez complejo, de esa nueva manera de concebir la evangelización y la iglesia, que ha madurado en él. Al revés que muchos fundadores, lo primero que hace es trabajar con los seglares. Nada más al llegar funda la “Congregación de la Inmaculada” (1800), primero con los jóvenes, después con adultos, hombres y mujeres, con los que quiere formar verdaderas comunidades de fe y de misión en la diócesis. El 2 de febrero de 1801 eran 12, número simbólico, para iniciar esta nueva vida; es el nacimiento de Comunidades Laicas Marianistas. Las reuniones y celebraciones en la Iglesia de La Magdalena, en pleno centro de la ciudad (que hoy sigue siendo la iglesia marianista de Burdeos), tienen un gran impacto por el nuevo estilo de trabajo eclesial con la juventud. Todos los grupos sociales están representados. Y al comprometerse, lo hacen con una “consagración misionera”, haciendo alianza con María, para hacer lo que Jesús nos diga. Este sentido mariano y misionero será el que marque la espiritualidad de la familia. Será un sello original del carisma.
De la Congregación de la Inmaculada nacerá un grupo, que todavía existe en este momento en varias partes y con formas de vida diferentes, que viven en el mundo y que constituyen lo que se llamará “el Estado” y que harán alianza con María para “trabajar en la salvación de almas”.
El “Estado” (Instituto Secular) surge en 1809 con la finalidad de asegurar que las comunidades serían capaces de sostenerse a sí mismas después de que el P. Chaminade ya no estuviera inculcando el espíritu con que fuera fundada. Éste sería un grupo de laicos que quisieran comprometerse a sostener las comunidades desde su interior. Ellos deberían ser los miembros selectos de ellas, que comprendieran los principios de Chaminade. Este grupo de laicos consagrados y líderes serían misioneros activos que se dedicarían completamente a alimentar las Comunidades Laicas Marianistas y su apostolado misionero. También de la rama femenina laical varias mujeres pasaron al “Estado” con objeto de entregar su vida al mantenimiento y extensión de las comunidades.
En esos años conoce Chaminade a una joven noble, Adela de Batz de Trenquelléon, que está implicada también en una asociación de formación de la fe y misión. Adela, tras conocer la obra de Burdeos, se une al proyecto de la Congregación de la Inmaculada.
Una vida consagrada con acentos nuevos
A los pocos años, es Adela junto con algunas amigas, las que dieron un primer paso en la naciente familia marianista, y fundar una congregación religiosa en colaboración con Chaminade. El 25 de Mayo de 1816 nacen en Agen las “Hijas de María Inmaculada” (FMI). Un año más tarde, es un joven congregante seglar, Juan Bautista Lalanne, el que se pone a disposición del fundador para la misma aventura. El 2 de Octubre de 1817, en la finca de San Lorenzo, de Burdeos, los siete primeros marianistas, deciden fundar una comunidad. Ha nacido la “Compañía de María” (SM). Se trata de una congregación original en su estructura pues reúne a sacerdotes y laicos en pie de igualdad. Es la “Composición mixta”, que representará en la Iglesia un modelo nuevo de congregaciones religiosas “mixtas”, ni clericales ni laicales. Esta estructura, tal como la encarnó la SM, fue al principio difícilmente aceptada por la misma Santa Sede. Sin embargo la Compañía de María la tiene como uno de sus mayores tesoros, pues supone un modelo integrador y original en la Vida Religiosa masculina.
Ya se ha completado la triple fundación. Desde entonces serán treinta años de desarrollo y animación de estas tres ramas de la familia, los grupos de seglares, las religiosas, y los religiosos. La misión es universal, y esto supone una disponibilidad para acoger diversos compromisos de evangelización. Siguiendo el ejemplo de los seglares, la Compañía de María y las Hijas de María Inmaculada se implican en la tarea educativa, pero siempre desde una intención de formación en la fe y de extender las comunidades de fe. Ambas congregaciones están incluso llamadas a trabajar por y con los seglares. Las Hijas de María Inmaculada empiezan a dejar una impronta de evangelización importante en el sudoeste francés, mientras la Compañía de María se extiende también hacia Alsacia. La Pedagogía marianista empieza a hacer camino: un método pedagógico propio, nuevas asignaturas, libros escritos por los mismos maestros, y algunas iniciativas de formación del profesorado: los primeros pasos hacia las escuelas de Magisterio en Francia son frutos de esta acción educativa y formativa marianista.
Los diez últimos años de la vida de Guillermo José fueron sin embargo difíciles para todos y dolorosos para él, pues algunos de los primeros discípulos presionaron indebidamente para que se retirara como Superior General, e incluso le cortaron toda relación con sus fundaciones. La historiografía marianista tardó en esclarecer todos los años difíciles. José Simler, cuarto superior general, en la primera biografía que se escribe sobre Chaminade (1901) comienza la rehabilitación de su figura. Pero su causa, que se introduce en Roma en 1918, no se acelera hasta que Vasey publica el estudio decisivo “Los últimos años del P. Chaminade” (1969). Este definitivo y exhaustivo estudio histórico, pedido por la Santa Sede para esclarecer la verdad, desemboca primero en la “declaración de heroicidad de virtudes” (1973), y más tarde en la beatificación por parte de Juan Pablo II (3 de septiembre del 2000) a los doscientos años de su primera fundación, y a los ciento cincuenta de su muerte, es todo un signo para la Iglesia.